07 junio 2017

Un capitel fundamental: "ni cielo ni infierno"


"La forma en que tu piensas que es, 
no puede ser la forma que es en absoluto”


A nuestro queridísimo e inolvidable
Don Bernardino Ortiz Angulo (q.e.p.d),
último custodio de este singular templo


En el semicírculo absidal del templo románico de San Lorenzo de Vallejo en las Merindades burgalesas, sorprende un capitel donde en primer plano aparece representado un féretro conteniendo una figura humana maniatada con los ojos abiertos y rodeada de varios personajes, cuatro en el frente del capitel y el resto en ambos lados del mismo. Se adivinan personajes barbados masculinos con vestimenta o casquete ceremonial y dos mujeres con, idéntico tocado y mismas "mangas perdidas" o acorbatadas, que parecen tener un papel importante en la escena, dispuestas a levantar o cerrar la tapa del sarcófago.

Dicha escena ha sido interpretada por reputados autores como el encuentro entre el ángel y las Santas Mujeres ante el sepulcro de Cristo apareciendo otras figuras que podrían indicar los apóstoles mostrando el levantamiento de la tapa como signo de la Resurrección o bien, que podría tratarse del descubrimiento del cuerpo del Apóstol Santiago, que apareció en Finisterre, en los dominios de la reina Lupa, la cual permitió que sus discípulos lo enterraran (1)

Tal propuesta académica que ha venido siendo comúnmente aceptada nos resultó desde el principio harto extraña, pues el sepulcro de Cristo se encontró vacío y las Santas Mujeres irían provistas de pomos de perfume siendo un ángel el encargado de levantar la tapa del sepulcro. Tampoco concebimos que el Apóstol Santiago apareciera vivo en el sarcófago, con ojos abiertos y maniatado.




Intentando dar una explicación a lo que vemos, hemos reparado en una temible y relevante leyenda medieval, la de la muerte de San Oran u Odrán:

San Oran, fue uno de los doce religiosos que, en 563, acompañaron a San Columba a la isla de Iona para convertirla en centro de su misión evangelizadora de Escocia. 

La leyenda que rodea la muerte de este santo es que consintió ser enterrado vivo debajo de una capilla que Columba intentaba construir en Iona. Una voz le había dicho a Columba que los muros de la capilla no se mantendrían hasta que un hombre vivo estuviera enterrado debajo de los cimientos, y de hecho, cada mañana los constructores llegaban al lugar para encontrar todo el trabajo del día anterior deshecho. 

Así que Oran fue consignado a la tierra, y la capilla erigida sobre él. El edificio de la abadía siguió adelante sin problemas y la capilla de San Oran marca el punto donde enterraron al santo.(2)

Algún tiempo después, Columba quiso ver a Oran una vez más y abrieron el hoyo encontrando que aún vivía. Oran trató de salir de su tumba describiendo la otra vida que había visto y pronunciando ante su atónito compañero unas resolutivas palabras: 
”No hay infierno como vosotros pensáis ni Cielo del que la gente habla” y posteriormente, inclinándose hacía Columba, le susurró: “La forma en que tu piensas que es, no puede ser la forma que es en absoluto”

Alarmado por tan blasfemas palabras que ponían en duda todo en lo que ellos creían, Columba rápidamente selló con tierra la boca de Oran y lo volvió tapar para salvar así el alma de su amigo, del mundo y sus pecados.
Capilla de San Oran

Sin embargo, el incidente sobrevivió en la leyenda y las gentes de la zona consagraron las palabras de Oran a la sabiduría popular. Catorce siglos después, los peregrinos que llegan a dichas zonas siguen escuchando dichas palabras y, cuando alguien menciona un tema incómodo, todavía se los suele silenciar con la frase: "Palada de barro en la boca de San Orán"  (3) 

En el campanario de San Oran hay una inscripción que recuerda esta antigua leyenda y cada vez que la campana suena, es como si se hiciera eco la intemporal sabiduría del santo:

"La forma en que vosotros pensáis que es, no puede ser la forma que es en absoluto"

Esta leyenda nos remite al atroz, pero no por ello menos verídico, rito de la cimentación. Ritual practicado desde la noche de los tiempos basado en sacrificar algún ser vivo y enterrarlo bajo los cimientos para complacer a los espíritus terrenales.

Ya en relatos antiguos de la mitología teutónica existe evidencia de rituales de sacrificio que incluían animales o personas vivas para la protección de las construcciones, quizá como recuerdo ancestral del rito de protección bíblico de untar con sangre las dos jambas y el dintel de la casa (Ex. 12, 7) (4).

Cuando se sacrificaba a una persona, podía ser emparedada entre los muros de la cimentación o aplastada bajo la piedra angular de la estructura.

George Henderson relata la leyenda artúrica de la construcción de Dinas Emris, donde al constructor le aconsejaron que encontrara y sacrificara un niño sin padre "para asegurarse de que los muros de la fortaleza no se vendrían abajo", leyenda que guarda gran paralelismo con la anterior expuesta de San Odran. (5)

Y otro terrible ejemplo de este ritual de cimentación lo encontramos en Gran Bretaña, durante la reconstrucción de la iglesia de Holsworthy de Devons Shire en 1885, hallaron en la esquina del edificio un esqueleto, con una base de mortero sellando la boca, una forma de acallar los gritos o posibles maldiciones que lanzaría del infeliz emparedado.





En Grecia, también existe noticia sobre la práctica de dicho rito de cimentación.

De acuerdo con la famosa balada folclórica griega que habla del puente de piedra levantado en la Edad Media y que cruza el río Arachtlos en las inmediaciones de la ciudad de Arta, lo construyeron mil trescientos trabajadores, sesenta aprendices y cuarenta y cinco artesanos que se esforzaban para evitar, cada día, que durante la noche se colapsara. Finalmente, un ave con voz humana informó al maestro de obra que para evitar que el puente se derrumbara debía sacrificar a su esposa, efectuado lo cual volvieron a construirse las bases del puente y aún se mantiene en su lugar. (6) (7) 

Foto: José María Moreno García
                                
Geográficamente más próxima a nosotros aún existe, en la actualidad, la celebración de un ritual donde la muerte de una persona adquiere otra dimensión. Nos referimos a la romería de la muerte o procesión de los ataúdes que celebra cada 29 de julio el pueblo gallego de Santa Marta de Ribarteme donde los ofrecidos, también denominados exvotos vivos, se introducen en los ataúdes durante la procesión en cumplimiento de una promesa que pueden haber hecho por sí mismos o bien por algún familiar, tras haber superado una enfermedad grave o haber estado al borde de la muerte.


A partir de todos estos datos y analizando con detalle este capitel del ábside de San Lorenzo de Vallejo de Mena, creemos muy posible que dicha escena corresponda a una ceremonia de cimentación. Dejando entender, así, que se pudo realizar un ritual de estas características en este templo.

Con la curiosidad añadida que fue, precisamente, esa esquina bajo el capitel el lugar que posteriormente se escogió para incrustar la capilla mortuoria y colocar el sarcófago que alberga los restos mortales del caballero Fernando de Vivanco de la Orden de San Juan de Jerusalén. Sabían ellos entonces algo que ahora ignoramos?



Foto Santiago Abella


Conocedores de que dicha ceremonia se transformó con el tiempo, en la colocación de la primera piedra o piedra angular de inicio de construcción, queremos otorgar a este capitel la categoría de fundamental y fundacional.


Salud y románico


(1) Arquitectura y escultura románicas en el Valle de Mena. P. Rodríguez-Escudero, 1987.








8 comentarios:

Guille Blanc dijo...

Me ha encantado. En sentido literal, y metafórico.

SYR Malvís dijo...

Gracias, Guille. Un saludo

chis dijo...

Interesante y terrible, a la vez
Un fuerte abrazo

Muralla dijo...

Una historia fascinante. Me ha encantado

Anónimo dijo...

Y también hay un completo trabajo de un famoso estudioso italiano Fulvio Cervini publicado en Academia.edu titulado "Mura cementate col sangue. Un percorso medievale tra riti di fondazione e reimpieghi anomali, in Medioevo" que propone este método para San Pantaleón de Losa. In italiano, of course.

Baruk dijo...

Muchas gracias apreciado anónimo por enriquecer la bibliografía. Lo de San Pantaleón no me extraña, parece ser que esos métodos eran más abundantes de lo que creemos y algo de eso ya se insinuaba sobre San Pantaleón. Pero en el caso que nos ocupa, el capitel de Vallejo de Mena no hay, que sepamos, otro trabajo o interpretación más inquietantemente novedosa que la que exponemos aquí y que espero, te haya gustado. Un saludo

Anónimo dijo...

Hola, Baruk, siempre activa.Había publicado antes otro comentario que parece se ha perdido, así que lo repito:
Se trata de un blog que he encontrado buscando inutilmente un trabajo de Cervini sobre Talismani, pero éste habla de lo mismo: de muertos como base de edificios y puentes y también es de Cervini.
http://www.autunnonero.com/main/index.php?action=viewArticle&idArticle=94
Como italianos que son, les encanta los títulos rimbombantes:Puentes del diablo y pilastras de carne. Brrrr, como para no leerlo.

Baruk dijo...

Me alegro que te haya gustado nuestro trabajo, tus aportaciones así lo evidencian. Sobre escritos, hay una más antigua que ninguna, la Divina Comedia el s.XIV, en cuyas páginas se dan insinuaciones que apuntan ya a estas tremendas prácticas. Como decía aquel sabio: "Puentes, pilastras, ay, Fernando, Fernado, no te acerques a ellas, por si acaso". Bsines

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