En
un reducido agreste peñón, bajo el que corre un manantial, se alza un templo
mágico y de especial descanso para el espíritu. Joya humilde del románico
palentino, el templo de Santa Cecilia,
en Vallespinoso de Aguilar, es un itinerario iniciático donde la roca, palabra
divina solidificada y sobreedificada por el hombre, transmite todas las fuerzas
telúricas y la energía de la creación.
Sus
figuras talladas en la portada, pese al paso del tiempo, contienen una estética
espiritual y un plasmado reflejo de su tiempo, difícilmente igualables.
Parte
de su friso, ejemplo de lo difícil de dar un significado definitivo a la
representación escultórica románica, es el que más problemas de interpretación
ha creado a los especialistas y expertos.
Se
debe al insigne Miguel Ángel García Guinea el primer intento en describirlo: “la primera lleva una
especie de bastón sobre el pecho que sostiene con ambas manos, la segunda con
instrumento de música, la tercera porta algo parecido a una maza, la cuarta con
un violín sobre las rodillas, la quinta con bastón en idéntica postura al
primero, la sexta con la mano derecha en actitud de bendecir y la izquierda con
un objeto en las rodillas que pudiera ser un libro, la séptima con una especie
de columna a la izquierda, y la octava, muy confusa, quizás con otra”.
Por su parte Jesús Herrera Marcos,
aprovechando la advocación del templo, considera que estamos ante una
representación de los “Ocho modos gregorianos” referidos a los músicos que caen
bajo el patronazgo de la titular, Santa Cecilia. Según este autor, cada
personaje con su instrumento simbolizaría: “la bienaventurazada de los
santos del cielo, la oración, las almas piadosas, los dones del Espíritu Santo,
la alabanza de los Santos a Dios, la tranquilidad del espíritu justo y por
último el orden cósmico resultante de todo lo anterior, representado
generalmente por un personaje portando una gran vara a modo de batuta, que
establece el ritmo musical”.
No sería, sin embargo, hasta el trabajo
de José Manuel Rodríguez Montañés y Pedro
Luis Huerta Huerta, cuando se estableciera la teoría más consolidada y
vigente en la actual aceptación de que estamos ante los restos de un mensario:
“Sobre el friso de la parte derecha de la portada vemos un grupo de nueve
personajes en actitudes diversas cuya identificación resulta sumamente
compleja, tanto por lo complicado de la composición como por lo desgastado del
relieve. En algunos parece clara la referencia a actividades agrícolas, como en
el caso del primero de ellos, que porta una especie de mayal. El siguiente
sujeta un calderillo o cestillo y un objeto cortante, posible referencia a
labores de vendimia, mientras su compañero maneja un objeto oblongo que se
pudiera interpretar como un personaje vertiendo el vino de un odre al
barrilillo, como en la portada de Beleña de Sorbe (Guadalajara). Mayor
dificultad ofrecen los dos siguientes personajes, el primero removiendo en una
especie de escudilla y el segundo sosteniendo un objeto alargado. El personaje
de su derecha, acompañado de otra figura de reducidas dimensiones y muy
perdida, aparece ante una mesa repleta de manjares realizando un gesto de
bendición con su diestra (índice y corazón extendidos). Concluyen la escena dos
figuras, separadas por una especie de columna, la extrema tocada con capirote y
en actitud de calentarse. El conjunto de personajes, salvo el de menor tamaño
junto al comensal, forman un grupo coherente, todos vestidos con túnica a
excepción del rústico tocado con capucha, quien porta un sayón. El canon de las
figuras es algo achaparrado y se presentan bien descalzos bien con puntiagudos
calzados. Si las atribuciones avanzadas se confirmasen estaríamos aquí ante un
fragmentario mensario, del tipo del citado en Beleña de Sorbe”, tesis
que es apoyada y compartida por Cristina Párbole quien defiende la tesis de un
mensario o menologio inacabado donde faltarían los meses de marzo, abril y mayo,
en el que Julio sería el personaje situado más a la izquierda que porta un
báculo o cetro, mientras que Agosto lleva una cesta, haciendo referencia a la
tarea de desgranar el trigo, Septiembre el personaje vertiendo vino en un tonel,
Octubre representado con un recipiente entre sus manos removiendo el contenido
del recipiente, Noviembre portando de nuevo un cetro relacionándolo con la
matanza del cerdo, y Diciembre ( el más fácil de identificar, a juicio de
Cristina) el llamado “banquete de la Navidad” con la mesa donde están
dispuestos los productos que se han ido recolectando durante el año, mientras
que un sirviente en un estrato menor lleva algo en las manos y se dispone a
servir la mesa, al tiempo que el señor aparece con el dedo índice y corazón
levantado en actitud de bendecirla.
Conocemos otras teorías que, desapegándose
de la tesis comúnmente aceptada, la del mensario incompleto, entienden que se
trataría de un apostolario mutilado apoyándose, quizá, en la figura que porta
las llaves y que relacionarían con la de su acompañante lateral sin tener en
cuenta que ninguna de las figuras del friso están provistas de nimbo ni de
atributos clásicos apostólicos ni reparar en que mayoritariamente van calzados,
cuestiones todas ellas que repugnan la más elemental interpretación en la
simbología y mensaje románico.
Con la modestia y humildad de quienes no
somos expertos ni especialistas sino profundos amantes y estudiosos de este
Arte sacro, hemos decidido abordar la interpretación de esta parte del singular
friso del templo románico de Santa Cecilia de Vallespinoso que, para nosotros,
contiene la peculiaridad exclusiva de ser la única representación pétrea, el
único documento esculpido, de la ceremonia ritual de DEDICACIÓN O CONSAGRACIÓN DEL TEMPLO
ROMÁNICO.
Ya el paganismo conocía la dedicación de
un templo, de un altar, de un teatro o de una ciudad. No en vano en el 11 de
mayo del 330 se celebró con fastos la dedicación de Constantinopla. El rito comportaba
siempre procesiones con aspersiones de agua lustral, oraciones y ofrecimiento
de sacrificios. También el Antiguo Testamento conocía la dedicación de altares
(Núm. 7, 10-11) y templos ( 1 Re 8, 1-66 y Esd 6, 15-18), pero no será hasta la
Edad Media cuando la liturgia cristiana de la encenia o inauguración ( Jn 10,22), es decir la
"dedicación" del templo, pretenderá enriquecer su simbolismo tomando
el sustrato bíblico.
El desarrollo de la celebración de la "dedicación"
o consagración de un templo románico era una ceremonia litúrgica de las de
mayor importancia que podían efectuarse. Perfectamente codificada en textos pontificales y ordines diversos, tenía tasados unos ritos
iniciáticos, verdadero juego litúrgico fruto de la simbología medieval y revelador
de una teología concreta, que comenzaban con una entrada procesional al templo.
Todos se detienen en el umbral para que los representantes de quienes han
colaborado a la construcción, el/los comitentes, lo entreguen al pastor del
nuevo templo para que abra sus puertas.
El nuevo pastor, accediendo con las llaves al templo invitará al pueblo a entrar mientras se canta el Salmo 23. |
Finalmente, se abre la puerta y, entonces, un
celebrante descalzo (" ¿ Deseas
encontrar limpia la basílica?, pues no ensucies tu alma con el pecado"...)
ilumina festivamente el templo (" Si
deseas que esté bien iluminada, Dios desea también que tu alma no esté en las
tinieblas y brille en nosotros la luz de las buenas obras...", Cesáreo
de Arlés) como signo de gozo mientras se entona el cántico de Tobías ( Tob.
13,10-17), al tiempo que se procede a la bendición del agua gregoriana ( agua,
sal, ceniza y vino) para la lustración del altar y todo el edificio rociándolo
con el hisopo ( Ordo XLII,6) siguiendo el texto de Sugero, abad de San Denis (
1.114) (" Señor, mediante la unción
del santo crisma, tu has unido lo material a lo inmaterial..."),
mientras que, acorde a la tradición del siglo IV establecida por San Ambrosio,
un presbítero trasladará, en una patena,
las reliquias de la santa mártir para ser entregadas al celebrante.
Celebrantes componentes del séquito portando antorcha - pies descalzos-, hisopo con unción crismal y urna relicaria- también descalzo- |
Esta
fórmula del ritual de consagración denominada " pro codendis reliquiis", se encuentra ya contenida en el Liber diurnus
papal datado en el siglo VI y en el Ordo romano XLVII
del siglo VIII observando la costumbre instituida por San Ambrosio cuando al
descubrir los restos de los santos Gervasio y Protasio ( año 386) las colocó en
el altar de la basílica de Milán en un gesto simbólico de que las víctimas
triunfantes tuvieran un lugar allí donde Cristo se ofrece a sí mismo como
hostia: "sobre el altar, aquel que
se ofreció por todos; bajo el altar, aquellos que fueron rescatados por él con
su pasión".
En la íntima
convicción de haber desvelado la exclusiva representación pétrea de la única encenia o consagración de un templo
románico español, alentamos a la puesta en valor y conservación de este
singular friso del templo de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, testigo único
y fiel lenguaje del alma de las piedras.
BIBLIOGRAFÍA
* Miguel Ángel
García Guinea.
*Jesús Herrera
Marcos.
* José Manuel Rodríguez
Montañés y Pedro Luis Huerta Huerta. Enciclopedia del Románico.
* Cristina
Párbole. Mensario al detalle.La Huella Románica.
* Muros
consagrados. El entorno litúrgico medieval de la lipsanoteca de Bagüés Gloria
Fernández Somoza Universidad Ramón Llull.
* Apologética
católica, " Dando razón de nuestra Esperanza", Febrero 2015
* Dedicación de Iglesias y altares, NLD
* Dedicación de Iglesias y altares, NLD
6 comentarios:
Anonadado me quedo, como siempre. Muy aguda observación, como siempre.
Besados y abrazados quedais.
No se puede explicar mejor. Breve, conciso, claro y riguroso. El placer de cambiar de punto de vista y ver de nuevo es precisamente lo que motiva a leer y releeros.
Saludetes!
Visto tardíamente pero disfrutado igual.
Textos enjundiosos y el don de saber mirar el románico son siempre vuestro sello inconfundible.
Gracias por compartirlo. Un abrazo
Visto tardíamente pero disfrutado igual.
Textos enjundiosos y el don de saber mirar el románico son siempre vuestro sello inconfundible.
Gracias por compartirlo. Un abrazo
Excelente artículo!!
Me alegro que te guste Juan Carlos
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