02 noviembre 2007

Mitologia del fuego


Necesitando entender los orígenes del mundo y del cosmos, el hombre necesita también entenderse a sí mismo y su cultura. En esa necesidad hace su aparición el mito y todo lo que lo acontece:



Pero como los mitos no se narran siempre del mismo modo, es preciso tener en cuenta el carácter histórico, los aspectos contextuales y hasta la explicación emítica, desde el presente, de la concepción del fuego en las primitivas culturas de las diversas civilizaciones. Dado que el mito es un lenguaje espiritual, si se descodifica de la forma precisa, abrirá el universo a todo aquel dispuesto a escuchar.


La universalidad de los mitos es fascinante. Puede resultar sorprendente descubrir que los mitos narren historias y temas similares en todas las culturas antiguas, pero si las analizamos con detalle, descubriremos un mundo y una visión del todo distintos, desde una perspectiva claramente tribal.

Ha de tenerse en cuenta el carácter maleable de los mitos, que permite al narrador modificar las historias según sus propios conocimientos y experiencias. Sin embargo, sus verdades fundamentales perduran y el conocimiento ancestral ha permanecido intacto, pese a los muchos cambios introducidos en cada nueva narración del mito.


Por último, es necesario comprender que los narradores tradicionales nunca explicaban los mitos del modo al que estamos acostumbrados los lectores occidentales, pues mientras que para las estructuras culturales de Occidente para el desarrollo de la trama es imprescindible introducir el conflicto y obtener su resolución, en las narraciones tribales o aborígenes, es más habitual establecer la narración circular para mantener frescos los mitos, permitiendo, de este modo, transmitir su conocimiento cuando cree que tiene más impacto, pero en todo caso, el conocimiento propio del mito, contiene su conocimiento ancestral.



1- Sueños de la creación del fuego.






Los mitos que revelan cómo se originó el fuego se pueden encontrar en todas las culturas. Son algunas de las historias más ricas y antiguas, que configuran la mismísima base sobre la que se cimientan los mitos tribales, pues apelan a un sentido único de lugar e identidad.


Aunque dichos relatos varían enormemente en la estructura y en el uso de la imaginería de una cultura a otra, comparten el tema de enseñar la importancia de vivir en equilibrio y armonía con su mundo:



Mitología africana (Cultura Pigmea):


Igual que el pueblo San o Knoi, la mayor parte de la mitología, gira en torno al universo, sobre el cual reina el ser supremo y del que el hombre obtiene su esencia espiritual. De ella, forma parte el fuego, que llega de los cielos al nacer y regresa con la muerte. El fuego es sagrado y los pigmeos lo mantienen vivo en cajas especiales, que transportan con ellos en sus viajes.



Mitología aborigen australiana:


Un día, Jurumu, el águilas con cola de cuña, y Mudati, el milano real con cola de tridente, hicieron fuego, de forma accidental, frotando dos palos. Decidieron recurrir a Purrukuparli y pedirle que lo apagase. Sin embargo, éste supo reconocer el valor del fuego para calentarlos y cocinar los alimentos. Por eso, prendió una norme tea y se la dio a su hermana, Wuriupranala, la Mujer del Sol. Le dio a su “hermano” Thaparra, el Hombre Luna, una otra más pequeña.



Mitología romana:


Prometeo escaló el Monte Olimpo en secreto y robó el fuego a los dioses. Guardó el fuego en un junco hueco mientras descendía hacia el mundo de los mortales. Viajó a todos los lugares donde vivían seres humanos y en todas partes entregó el regalo del fuego.



Mitología de Oceanía:


Los aborígenes que viven en las proximidades de Catherine, en el territorio del Norte, tienen el mito, según el cual sólo el ancestro Cocodrilo poseía el fuego. El Pájaro Arco Iris no dejaba de repetirle que lo compartiera, pero el primero se negaba una y otra vez. El Pájaro Arco Iris tenía que hacer noche sin fuego con que guisar su elemento y esto le hacía sentirse muy enojado, por lo que un día se lanzó desde un árbol sobre las ramas de fuego para tratar de cogerlas. La primera vez falló, pero luego consiguió robar las ramas de fuego cuando el ancestro Cocodrilo estaba distraído. El ancestro Pájaro Arco Iris voló deprisa hacia los árboles y le dijo al Cocodrilo que repartiría el fuego entre todos los hombre; acto seguido, se colocó las ramas en la rabadilla y, a partir de entonces, los abejarucos arco iris viven en tierra seca y los cocodrilos a su hábitat acuático.


En otra versión, fue el ancestro Avutarda Kori el que tenía el fuego y voló a la costa, cerca de Eucla. Allí intentó ocultar el fuego de lo nódulos de pedernal bajo el mar. En esta versión, fueron los ancestros del Halcón quienes rescataron los pedernales.


El pueblo booandik de la región sureste de Australia meridional, creía que el ancestro Mar era el único que poseía el fuego y lo llevaba escondido en un adorno de la cabeza. Otros ancestros se reunieron para desentrañar el secreto del fuego y varios intentaron espiar a Mar, hasta el punto que el ancestro Tatkanna se quemó el pecho con el calor que desprendía el fuego de Mar. Cuando el fuego quedó atrapado al fin entre las hojas secas de un cordiline, se propagó accidentalmente a la hierba seca y a los arbustos, y enseguida causó un incendio. Cuando Mar descubrió que le habían robado el fuego, empezó una pelea con los otros ancestros. Uno de ellos, resultó herido con una lanza en la nuca y se arrojó al mar donde se transformó en ballena y empezó a expulsar chorros de “vapor” por la herida. Mar, se subió a un árbol y se convirtió en Cacatúa de cresta amarilla fuego y desde entonces los aborígenes han podido seguir haciendo fuego con ramas hechas con cordilines y arbustos secos.


En Victoria Occidental, los aborígenes creían que el fuego había sido propiedad de los Waa, los ancestros del Cuervo que vivía en las montañas de Grampian. Los cuervos disfrutaban con la capacidad de hacer fuego y no dejaban que ninguno de los demás lo prendiese. Un ancestro llamado Yuuloin Keear, el Pinzón Cola de Fuego, vió a un grupo de cuervos jugando con las ramas de fuego y cogió una de ellas y huyó volando. El Halcón se la robó al Pinzón, pero en la lucha, se provocaron varios incendios fortuitos que asolaron el territorio. Desde entonces los aborígenes han podido disfrutar del fuego.



Mitología Maorí:


El abuelo Maui, vivía en el submundo donde custodiaba la única fuente de fuego: un enorme leño de madera. Un día, su nieto Maui bajó de la tierra al submundo para visitar a su abuelo y lo encontró guardando celosamente el fuego. Le dijo que quería llevar un poco de fuego a la tierra para que la gente pudiese utilizarlo para cocinar y no comer la carne cruda. El viejo Maui se negó a complacer a su nieto, por lo que éste tomó un trozo de carbón encendido y lo envolvió en una hoja. Descubierto por el abuelo, arrojó el carbón encendido a un árbol de la tierra sin que su abuelo pudiera evitar que se propagase un incendio. Así fue como apareció el fuego en la tierra.


Otra versión maorí es la que lo atribuya a Auahui-tu-roa, dios en forma de cometa que bajó a la tierra para casarse con una hermosa mujer llamada Mahuika y le dio el don del fuego. Mahuika conservó el regalo de su marido en los dedos antes de implantarlo en varios árboles de madera dura y blanda. Por eso, para hacer fuego, los aborígenes frotan una vara de madera dura con otra de madera blanda.



Mitología norteamericana:


Durante mucho tiempo, sólo los pinos poseían el secreto del fuego, y lo último que deseaban era que cualquier animal averiguase el secreto de cómo crear aquellas llamas. Eran pues unos egoístas y no estaban dispuestos a compartirlo con nadie. Durante una época en que el aire gélido asoló el territorio, se reunieron los animales para idear la manera de hacer que los pinos compartiesen su secreto. El Castor decidió merodear alrededor de los árboles el día en que éstos celebraban su consejo, pues sabía que solían preparar una fogata. El castor fue extremadamente cauto y paciente y mientras los pinos celebraban su consejo y ardía la fogata, algunas ascuas saltaron y fueron rodando a la orilla donde se encontraba escondido el castor quien, cogiéndolas, las metió en un morral y huyó corriendo al interior del bosque, donde tras ser perseguido no le quedó más remedio que arriesgarse a cruzar el río con las ascuas sujetas encima de la cabeza, lanzando las ascuas a las orillas de los dos lados del río, a los cedros y hayas que lo flanqueaban. Fue una sabia decisión, pues estos árboles no eran tan avariciosos como los pinos, y por eso se hace fuego con facilidad con sólo frotar dos palitos de cedro o de haya.



2.- Los mitos del origen del fuego. 





De lo que acabamos de exponer, se comprueba que las diversas versiones de los hechos vinculados a su origen, son protagonizados, en unas ocasiones con intervención de la deidad, y en otras, vinculadas los animales.


Aquellas culturas que vinculan su origen a la intervención de las deidades (versión teológica), giran en torno a una concepción cósmica del universo sobre el cual reina un ser supremo de que el hombre obtiene su esencia espiritual. De ella, forma parte el Fuego, que llega de los cielos al nacer y ha de regresar a él con la muerte. Se le dota, pues, de un carácter de sacralidad.


La versión antropológica del origen del fuego, hace intervenir – como en la invención de todas las cosas importantes para la supervivencia del hombre- a héroes de culto, dotados de cualidades poco corrientes. Normalmente, estos héroes eran hijos ilegítimos de dioses, perseguidos por las agraviadas esposas de sus padres. Sus hazañas benefician al hombre, tanto en lo material como espiritualmente, sirviendo de modelo a quienes tenían que vivir, luchar, sufrir y morir, conformando una especie de poema épico cíclico análogo a la salida, cenit y puesta de sol de cada día.


El héroe ha contrariado a los poderes gobernantes; pero, a pesar de castigo que éstos le inflingen, la proeza se lleva a cabo y la humanidad da un paso adelante hacia la igualdad con los dioses. Es el caso de Prometeo en la mitología romana y de Mauí en la maorí.


Sin embargo, aquellas culturas en que los hechos origen del fuego son protagonizados por animales como la aborigen australiana y sudamericana (versión zoológica), hacen hincapié en estigmatizar a los antiguos propietarios del fuego (ancestro piche, chingue, matuasto, cocodrilo, avutarda) intentando demostrar, de una u otra manera, que han sido castigados en los tiempos míticos y, por esa razón, tienen aspecto, olor o hábitos alimenticios, detestables. Los propietarios míticos del Fuego en estas culturas, son animales despreciados y estigmatizados por el hombre.


Finalmente, en otros casos, como en el de los aborígenes norteamericanos, su origen se vincula a especies arbóreas (el Pino), a quien contraponer frente a la facilidad del leño de otros congéneres (cedro y hayas) que, desprovistos de la avaricia atribuía al primero, permiten hacer fuego con facilidad al frotar dos palitos.


De lo expuesto, cabe colegir la existencia del rasgo común que, en todas las mitologías, define la cualidad del propietario original del fuego: su estigmatización. El egoísmo es un estigma en una sociedad de cazadores, y los mitos dan cuenta de ello. 


Tanto el Cocodrilo, como la Avutarda Kori, el ancestro Mar del pueblo booandik y el Cuervo, todos ellos en la cultura aborigen australiana, comparten con el abuelo Mauí de los maoríes o el Zeus del Olimpo romano, su nula disposición a compartirlo con nadie.


Con ello, el mito del Fuego viene a plantear el tema de la fragilidad de la vida humana en contraposición a la inmortalidad. Un mito cashinawá dice que los hombres se volvieron mortales a diferencia de los dueños primitivos del fuego, porque éstos viven de la ponzoña, y la ponzoña (egoísmo) que tienen, no los deja morir.



3- Formas de obtención y entrega.



Cada cultura imagina la obtención del fuego de distinta manera, ya que los propietarios de este bien lo pueden ceder gratuitamente a los hombres, pero esto no siempre es así, lo que genera frecuentes conflictos.


En la mayor parte de las culturas, el acto de obtención del fuego tiene lugar y se produce como un acto heroico que se realiza furtivamente, en especial con robo o trampa.


Así, el más conocido héroe-ladrón de la civilización occidental es Prometeo, quien robó el fuego que había sido privilegio de los dioses del Olimpo. También en la cultura maorí, los hombres reciben el fuego de un personaje heroico, Mauí; sin embargo, a diferencia de Prometeo, ha de bajar al submundo donde su abuelo custodia la única fuente de fuego, un enorme leño de madera, para arrebatárselo con trampa y de modo furtivo.


Existe, no obstante, otra versión maorí que lo atribuye a Auahui-tu-roa, dios en forma de cometa que, generosamente, lo regala a su esposa terrenal Mahuika, la cual, lo implanta en varios árboles de madera dura y blanda para que al ser frotadas por los aborígenes una vara de madera dura con otra de madera blanda, puedan disponer del fuego. Es quizá ésta, una de las excepcionales versiones mitológicas en que el fuego es ofrecido, generosamente, por su propietario y en la que el intermediario encargado de su entrega al hombre, lo hace sin necesidad de conflicto ni engaño de clase alguna.


Frente a las culturas antropológicas, se alzan las mayoritarias en que los hombres reciben el fuego a través de animales, bien carnívoros, bien carroñeros ( el Jaguar o el Castor, en la mitología norteamericana), o de aves ( el ancestro Pájaro Arco Iris, la Cacatúa, el Halcón o el Pinzón Cola de fuego, para los aborígenes australianos). En todos estos casos, la forma de obtención es mediante robo a sus originarios propietarios y tras violentos episodios de lucha, o que condiciona su modo de entrega, pues lejos de ser una entrega consciente y deliberada al hombre ( recuérdese que Prometeo viajó a todos los lugares donde vivían hombres y en todas partes entregó el regalo del fuego), aquí el fuego es recibido a través, no del heroico portador, sino por mediación y consecuencia de los incendios generados accidentalmente en la hierba seca o en los arbustos, consecuencia directa de la lucha mantenida entre el propietario el usurpador.


No resulta indiferente esta estructura narrativa, pues siendo todos los relatos una herramienta útil para encontrar elementos comunes al origen mítico del fuego, ha de tenerse muy presente que según cuál sea el proceso de producción, se está marcando y decantando por una clave simbólica de evidente significado a las concretas pautas culturales de una u otra sociedad, como veremos.



4.- Claves mitológicas del uso del Fuego.





El uso el fuego es un rasgo distintivo que caracteriza a los humanos, los diferencia de los animales y de los antepasados.


Por eso, los mitos de origen del fuego, son la clave para comprender cómo se manifiestan en el interior de una sociedad determinada, el par de opuestos: naturaleza y cultura.


Según quién sea el encargado de entregar el fuego a los hombres en cada cultura mitológica (portador), se estará enfatizando en los ejes claves de categorías empíricas de las cuales pueden extraerse múltiples nociones abstractas que indicarán pautas culturales concretas, tales como roles de género, idea de las reuniones sociales y de fiesta, pautas de socialización, etc.


Así, Prometeo representa para el concepto psicoanalítico, el despertar de la consciencia, la madurez del hombre libre que ha dejado de ser criatura dependiente, el principio de la intelectualización (idea contenida en su propio nombre, que en griego significa “pensamiento previsor”).


Al dar fuego a los hombres, se les libera definitivamente de la dependencia divina. Sin el fuego, no sería posible transformar el medio ambiente ni adaptarlo a las necesidades físicas de cada pueblo, de cada región. Alrededor del fuego se reunían los hombres primitivos, haciendo de este elemento un importante factor de sociabilidad.


El fuego no sólo es un instrumento de transformación de las substancias. Es, también, lo espiritual (luz), la sublimación (calor). Pero también agente de destrucción.

Para el concepto cósmico, el uso equilibrado del fuego por parte de los humanos, tiene su correlato en la periodicidad de las estaciones, lo que implica regularidad y orden. En esta versión, el problema es la duración del invierno.


Es también la función de la alteración de las estaciones que, al llevar consigo la abundancia o la escasez, permiten a la cultura afirmarse, o constriñen a la humanidad a acercarse temporalmente al estado de la naturaleza. Se relaciona el uso del fuego con contrarrestar el frío. Su uso es imprescindible para la vida humana en este medio. Es así, por lo que aquellos que no están dispuestos a compartirlo, son considerados como detestables.


En la concepción del estructuralismo, el origen del fuego viene a vincular el código culinario con el cosmológico. El mito de su origen, señala el momento en que los antepasados dejaron de comer los alimentos crudos y comenzaron a cocinarlos. La naturaleza “cruda” se opone a la cultura “cocida”. La cocción presupone el uso del fuego, es decir la incorporación de pautas culturales. Los hombres conocen la naturaleza “cruda”. Lo “cocido” es producto de la transformación cultual. La cocción cumple también la función de preservar, es así que lo podrido representa la transformación producida por la naturaleza, no por la cultura.


Finalmente, en la concepción socializadora donde la propiedad de la tierra es comunitaria y no ha habido demasiadas oportunidades de acumular bienes personales, el origen del fuego se manifiesta alrededor de búsquedas para lograr el control económico de lo producido.


Esto provoca el disgusto de los que ven en sus propietarios originarios rasgos de egoísmo. Y el egoísmo es el peor de los sentimientos.



Conclusión:

Las variantes y versiones de los mitos del origen del fuego documentados en las diferentes culturas, lo relacionan con la disputa de las estaciones y el orden cósmico.

También vinculan, a través del mito del fuego, el código culinario con el cosmológico, enfatizando la importancia de un orden necesario para la vida humana y el peligro que encierran las actitudes mezquinas de aquellos que no están dispuestos a compartir sus bienes, como el propietario mítico del fuego.


El mito del fuego, en fin, no permanece ajeno a la realidad histórica, y la historia de la humanidad puede vincularse e interactuar en el universo mítico.






Bibliografía

GEERTZ, Clifford,1990 “La interpretación de las culturas”.Gedisa Editorial, Barcelona

LÉVI-STRAUSS, Claude,1978 “Mitológicas I. Lo crudo y lo cocido”.México, Fondo de Cultura Económica.

MÉLÉTINSKI, E.1981 “El estudio estructural y tipología del cuento”. Editorial Fundamentos.

PARKER, Janet,2003 “Mitología. Todos los mitos y Leyendas del mundo”. Global Book Publishing. Australia.

SIFFREDI, Alejandra.1995 “ La atenuación de las fronteras entre el mito e historia”. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Buenos Aires.


Salud y Románico




















2 comentarios:

Baruk dijo...

Encuentro que es un compendio sobre el mito del fuego formidable. Y tus conclusiones muy acertadas, en especial lo del peligro que encierra la actitud de posesión, una actitud como tú bien dices mezquina de aquellos que no están dispuestos a compartir "su fuego".

Anónimo dijo...

Consideraré este blog incluido entre mis favoritos, para releerlo en los momentos en que mi ánimo este decaido y necesite una inyección de sabiduría y sentido común para realzarlo a su debido nivel.

Salud y dománico!

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