La mayoría de nosotros hemos sido educados desde el mísmo día en que nacimos para no saber qué es vivir auténticamente. Fuimos criados y educados para despreciar la autenticidad. Aprendimos a negar lo que sentimos, a usar máscara. Desde la infancia aprendemos a emplear la represión emocional como un mecanismo de defensa para hacer la vida más tolerable. Muchos jóvenes llegan a creer que crecer significa aceptar la mentira como algo normal, es decir aceptar la irrealidad como un modo de vida.
Vivir auténticamente no significa practicar una sinceridad compulsiva ni anunciar cada pensamiento o sentimiento sin tener en cuenta el contexto apropiado o confesar verdades de manera indiscriminada. Exige coherencia, es decir que el sí-mismo interior y el sí-mismo que se ofrece, concuerden.
Para alcanzar la autenticidad, es necesario coraje e independencia, valorar más ser, que pertenecer al grupo.
Las personas que gozan de alta autoestima son saludablemente autoafirmativas y, como no tienen miedo a ser como son, de vivir auténticamente, despiertan envidia de quienes están atados por convenciones.
Tratan de buscar relaciones enriquecedoras. No valoran las opiniones de los demás por encima de su autoestima; sencillamente aprenden a evitar. Tienen un alto grado de benevolencia, respeto y dignidad mutua superior al nivel medio. Se sienten cómodas diciendo lo que quieren decir y respetan el derecho de los otros a hacerlo.
De ahí la importancia de la Autoestima. Ella es la clave del éxito o del fracaso.
Publicado por Syr
1 comentario:
¡¡AMEN!!
PERO ALGUNOS DÍAS EL ESFUERZO POR MANTENERLA ALTA (A MI AUTOESTIMA) ME HACE ACOSTARME HECHA UNOS ZORROS. PARA LIBERARME DE LA SOBRECARGA NEGATIVA, SIEMPRE CONFIO EN UN PURIFICANTE Y RELAJANTE BAÑO REPARADOR PARA ESTABILIZARLA (A MI AUTOESTIMA) Y PARA SOBREPONERME (A MI MISMA).
UN FUERTE ABRAZO.
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