30 junio 2024

EL ORÁCULO : quien tenga oídos, que oiga

"El señor cuyo oráculo está en Delfos no dice ni oculta, 
sino indica por medio de signos" (Heráclito).




Reciba nuestra admiración perpetua la maestría de un imaginero cuyo arte no es comprendido ahora ni quizá lo fue totalmente en su momento, y que, a pesar de ello, provoca que en nuestra adormecida alma se avive el fuego al contemplar su obra.

La enseñanza que el maestro escultor quería transmitirnos no es exclusiva, formaba parte de los secretos de una escuela y esta era su forma de divulgar sus símbolos. Símbolos que con total seguridad se protegen a sí mismos de miradas deshonestas, llenos de enigmas y ambigüedades dejan perdidos en el laberinto a aquellos que quieren forzarlos sin el hilo de Ariadna.

De ahí que este capitel, incomprendido, exento, extraviado de su lugar de origen, actualmente atesorado bajo una urna en la iglesia de Santiago en Jaca que muestra personajes helenísticos cuyos atributos evocan a los mismos dioses, haya sido motivo de tantas conjeturas y andares en círculo sobre sus símbolos que se intentan explicar mediante otros símbolos, inadecuados, y así sucesivamente, como los meandros laberínticos del cuerpo de la gran serpiente, evidenciando la presuntuosa mediocridad que nos invade.



Una serpiente que habla es un oráculo. Los romanos y los griegos los conocían, creían en ellos y los consultaban. El más importante de ellos, el de Delfos, era proferido por una sacerdotisa de Apolo, la Pitia, que entraba en trance en una cueva donde el dios mató a un ser serpentiforme llamado Pitón. 

Percatémonos de que el nombre del monstruo y el de la sibila indican que se trata del mismo personaje, que, en vez de pronunciar la voz de la tierra, profetiza con la voz de Apolo, la voz del cielo.

Los oráculos sibilinos fueron en el inicio del cristianismo un tipo de vinculación religiosa que utilizaba el cauce profético para popularizar la religión entrante frente a las creencias de otros pueblos. La Sibila exponía su credo​ monoteísta utilizando una terminología que tomaba de las culturas religiosas helenística y romana, culturas que evocan a Hesíodo, Orfeo o Apolo 

El encuentro entre el pensamiento greco-romano y el del dios único cristiano a veces coincidían. A este respecto hay que recordar como Plutarco en su tratado sobre la E de Delfos, convierte a Apolo en el ser supremo, incluso en el dios único, incompatible con toda forma de politeísmo.

Para el cristianismo, lo más​ importante de estos círculos oraculares y teúrgicos era indicar que el propio Dios cristiano inspiraba a la Sibila, como​ también lo hacía con Apolo para proclamar la auténtica verdad. 



De esta forma, Apolo, bajo su apariencia de cuervo blanco, tenia la capacidad de comunicarse con Él y transmitir a la sibila sus mensajes a los humanos. Como sabemos, el ave es símbolo del alma, que queda vinculada a la vida terrenal mediante la mano que lo sujeta. Por ello el Niño Cristo también suele representarse sujetando un pájaro entre las manos, indicando su capacidad para conectar con el Padre celestial. 

Pero en el curso de los acontecimientos la hostilidad se impondrá definitivamente en el campo profético impidiendo que existiese otra verdad anunciada fuera de la verdad cristiana, insistiendo en que las revelaciones bíblicas constituyen la única fuente oracular verdadera de salvación. Tras una larga lucha Apolo retrocede ante Cristo que acaba por consolidar su triunfo. Y con ello, también la validez de los oráculos bíblicos frente a la de los paganos. 



Suponemos que no es necesario explicar que en Oriente se habla de la serpiente dormida, denominada kundalini, que tiene su sede en la base de la columna vertebral, y que cuando es convenientemente despertada y enderezada produce la iluminación.

En palabras bíblicas es semejante a la serpiente que Moisés levantó en del desierto, cuya contemplación reparaba cualquier enfermedad producida por la picadura de las otras serpientes no enderezadas, las que se arrastran: "Hazte una serpiente abrasadora y ponla sobre un asta; y acontecerá que cuando todo el que sea mordido la mire, vivirá" (Números 21:8). "Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna". (Juan 3:14-30) 

Un Conocimiento mayor siempre cura o elimina la toxicidad de cualquier otro conocimiento menor. Así debería ser. Lo malo es que las palabras del oráculo son sibilinas, ambiguas y deben ser correctamente interpretadas. Quizá por eso Adán cayó en la trampa.

No obstante, asentadas por el Maestro escultor, el conocimiento que velan estas figuras debe ser sumamente simple, para nada complicado, lo que pasa es que somos nosotros los que no tenemos una mirada simple. 



Pero, de qué conocimiento se puede tratar? 


El designio del dios celestial es corporificarse en la naturaleza física, darse un aspecto, ya que este pensamiento divino necesita de un cuerpo para estabilizarse en un lugar y poder hablar; de lo contrario, no es más que un pensamiento sin límite que no habla ni se conoce. Y por avenencia, así debe hacer el hombre.

Como el mismísimo dios Apolo sentenciaba mediante la inscripción en el frontispicio de su templo: "Conócete a ti mismo"

Dicho de otro modo, ​la ley esencial, salvaje, ​instintiva y descontrolad​a​ que se transmite ​de boca a oído y en comunión con la naturaleza debe ser acotad​a por otra naturaleza superior que la dome, la limite y le dé forma para que, interpretando los caracteres que la establecen pueda, a modo de libro escrito, recordarse, expresarse, definirse y conocerse a sí misma.



naturaleza silvestre versus naturaleza cultivada


"El que tiene oído, oiga lo que el oráculo-Espíritu dice a las Iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida y no sufrirá daño de la muerte segunda" (Ap., 2-7:11) 

Conócete a ti mismo y tendrás la diosa alada de la Victoria, el ángel que imparte justicia y laurel. 
 


Como afirma Julius Evola y cuya reflexión compartimos palabra por palabra: "de las formas más elevadas de la tradición contemplativa no queda casi nada. Su base ha quedado supeditada a un hipertrófico elemento litúrgico-devocional​". Lamentablemente.

Así que mi más sincero deseo es que podáis, vosotros, encontrar a aquél que pueda y quiera daros ese don que os permitirá “leer” todas las imágenes de la Tradición. 


Al maestro, a Rodrigo, el último de los canteros.

Clea, la de los amaneceres perpetuos

Para saber más y mejor: Enigma de Apolo, sabiduría cristiana, de Jesús María Nieto Ibáñez


Salud y románico


07 febrero 2023

NO ERES LO QUE LOGRAS, ERES LO QUE SUPERAS o LAS METAMORFOSIS EN LOARRE. CAPITEL II


Tras el primer capitel (I) seguimos vislumbrando como las Allegoriae super Ovidii Metamorphosin están destinadas a tener espacio y relevancia en la abadía fundada por Sancho Ramírez en Loarre. El siguiente capitel, situado en el ábside de la iglesia de San Pedro de Loarre, nos ofrece otra buena muestra de ello: 


Protagonista mítico de una larga serie de andanzas, la historia del rey Cadmo es compleja como un cúmulo de diferentes biografías que se hubieran unido en una de sola. 

Cadmo, personaje semi fabuloso, fue un gran luchador de vida y fiel servidor de dioses, buscador incansable, noble viajero, introductor del alfabeto griego y del arado, guerrero, rey y fundador de linajes.

De los múltiples cometidos efectuados por Cadmo señalamos como punto de partida hacia su desenlace final, la mancillación efectuada por su parte del espacio sagrado de Ares y la matanza de su serpiente guardiana. 


Resumiendo a grandes rasgos, Cadmo, conducido por el oráculo de Apolo y en los preparativos de un sacrificio ritual al padre de los dioses, mandó a sus servidores en busca de agua al manantial, hasta ahora inviolado, que custodiaba la serpiente, hija de Ares. Ésta, al oír acercarse los infaustos pasos de los hombres se irguió de golpe descargando su ataque mortal y dando muerte a todos. 

Cadmo, al saberlo, fue en busca de venganza y arremetió contra ella en larga y dura pelea con todas las armas de las que disponía. Primero le arrojó una gran piedra que rebotó en su curtida piel, después atizó con una espada jabalina que apenas hirió sus escamas y en su tercer y último empeño, embistió con una lanza con tal fuerza, que ensambló el cuello de la serpiente a una encina que quedó doblegada por tal peso.


Cineraria etrusca. Cadmo luchando contra el dragón. s.II aC 
Episodio de la lucha en sus tres intentos: con una piedra (a la izquierda), 
con una espada (a la derecha) y, la lanzada final, en el centro.

En el instante que Cadmo observaba a su enemiga vencida oyó una voz que le interpeló por ello y le profetizó que él también acabaría siendo mirado como una serpiente. «¿Por qué, de Agenor el nacido, la perecida serpiente miras? También tú mirado serás como serpiente». (Metamorfosis, L.III, 97-98) Este vaticinio causó al héroe tanto terror que sus cabellos se erizaron y su rostro quedó emblanquecido.

Tras ello y, siguiendo los dictados de Atenea, Cadmo utilizó los dientes de la serpiente vencida como simiente para una nueva estirpe que fundaría la ciudad griega de Tebas y que daría origen a su linaje como rey. Paralelismo curioso con el proceder de Sancho Ramírez que, siguiendo los designios de la Santa Sede también sepultó al rito mozárabe como simiente del nuevo rito romano, consolidando con ese vasallaje su título de rey y emancipando las tierras aragonesas de la tutela del reino de Navarra.



Como expiación a la ofensa cometida a Ares, Cadmo estuvo ocho años a su servicio y fue, en ese tiempo,  que el dios le ofreció a su hija Harmonía como esposa. Su unión fue tan altamente celebrada que se sentaron junto a los humanos, en la mesa, los propios dioses. Pero, no obstante de su diligencia con ellos, la vida de Cadmo estuvo llena de desastres relacionados con su linaje. El último, la muerte de su hija Sémele incitado por la diosa Juno, celosa al saber que la joven esperaba un hijo de Júpiter. 


Ya anciano, después de haber reinado durante mucho tiempo,  abrumado por el pesar que le causó considerar muertos a su hija y su nieto, vencido por tan grandes males abatidos sobre él, abandona su ciudad y acompañado de su esposa llega hasta la frontera de Iliria donde, al rememorar el origen de su linaje y a la serpiente a quien dió muerte y cuyos dientes sembró como semillas, pide a los dioses convertirse en serpiente él mismo (Metamorfosis L.IV 575-589).

"yo mismo, lo suplico, como serpiente sobre mi largo vientre me extienda”,

dijo, y como serpiente sobre su largo vientre se tiende

y a su endurecida piel que escamas le crecen siente

y que su negro cuerpo se variega con azules gotas

y sobre su pecho cae de bruces, y reunidas en una sola,

poco a poco se atenúan en una redondeada punta sus piernas








Los brazos ya le restan: los que le restan, los brazos tiende

y con lágrimas por su todavía humana cara manando:

“Acércate, oh, esposa, acércate, tristísima”, dijo,

“y mientras algo queda de mí, me toca, y mi mano 

coge, mientras mano es, mientras no todo lo ocupa la serpiente.”




Dolorida, la esposa se golpea el pecho y ruega a los dioses, a su vez, ser transformada también en serpiente. 


Metamorfosis de Ovidio, Ms. français 137 , f. 61r

Convierte la fábula á Cadmo en serpiente, que es el símbolo de la prudencia, para manifestar que este príncipe llegó á ser sabio á fuerza de sufrir desgracias. (*)

Las metamorfosis de los esposos en serpientes marcan la transición a una condición completamente diferente a la anterior, un cambio radical que alude a su superación de condición humana como resultado de la experiencia vivida y de la gracia divina. 

Algo que San Pablo vaticina que nos sucederá en plena desesperación apocalíptica:"En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, todos seremos transformados. Porque esto que es corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto que es mortal tiene que vestirse de inmortalidad" (Corintios 15:52-54) 



La mutación ocurrida a Cadmo no se aleja de lo que vivimos en carne propia al querer modelar la vida según nuestras expectativas. 

Al final es ella, la vida, en sus circunstancias, la que nos modela para garantizar nuestra metamorfosis espiritual, a costa, muchas veces, de perder todo aquello que hemos logrado.


Serás aquello que superas y eres aquello que has superado.



Salud y románico




Para saber más y mejor:

(1) Ovidio Nasón, Publio

(2) Metamorfosis Ovidio en prosa











08 noviembre 2022

Más claro que el agua: Afrodita Valdeolmilla




A escasos kilómetros al noreste de Palencia se encuentra Valdeolmillos, lugar enigmático asentado sobre la ladera de un altozano en cuya cima se ubica la iglesia de San Juan Bautista.

Su silueta románica nos atrae, igual que los muchos elementos arquitectónicos que guarda en su interior. Bien que, de todos ellos, lo que sin duda más nos fascina son el par de capiteles de la arcada triunfal.

A pesar de su tosca elaboración y del repintado catastrófico que los afea, son totalmente curiosos, sorprendentes y con inéditas figuraciones:



En el primero de ellos, a la izquierda del ábside, aparece tallada una figura femenina que, con aspecto sereno e imperturbable, domina con ambas manos dos arcos empuñados por sagitarios que direccionan la saeta hacia ella.

En su antagónico, vemos representada una sirena erguida sobre su cola de pez que exprime sus cabellos tramados en dos mechones. Junto a ella dos compañeras aladas, dos sirenas ave, complementan la comitiva.

Decíamos inéditas ya que prevalece una iconografía temprana donde la idea preexistente esta prácticamente sin adulterar. 

Por ejemplo, la mujer mediadora entre dos enfrentadas criaturas, ya sean caballeros, caballos o leones, es un tema recurrente en el románico pero nunca antes hemos visto que fuera ella el blanco bélico y menos aún, que sus manos y las de sus atacantes se fusionen en una sola, dando a entender que es la propia, como si fuesen la misma esencia y sujetaran el mismo arco.

Por otro lado, sirenas, tanto de ave como de pez, las encontraremos a cientos a lo largo de nuestra geografía románica, pero sería tan raro como improbable encontrar otro capitel con la hechura exhibida en este templo palentino.



Dicha hechura podríamos vincularla con la, también de iconografía pronta s.XI,  la sirena de Galligans (*), la única de características parecidas o, podríamos relacionarla con la diosa minoica de las serpientes, por la misma razón.

Pero, aunque lo más posible es que exista un enlace común que las conecta y deriva hacia la fuente original, basamos nuestra atención en la sutil diferencia de lo que sujeta cada una de ellas.

La protagonista de nuestro capitel no aparece sosteniendo dos peces ni dos serpientes, sino que estruja sus cabellos divididos en dos mitades.





Venus Anadyómena es una representación iconográfica de la diosa Afrodita saliendo del mar que el pintor Apeles plasmó en el templo de Esculapio y que llegó a ser extremadamente famosa y popular en la antigüedad. Dicha pintura desapareció, pero Plinio la refiere en su Naturalis Historia de esta forma:

"La Venus salida del mar fue consagrada por el divino Augusto en el templo de su padre César. Esta pintura, llamada Anadiómena, ha sido elogiada en los versos griegos, vencida por el tiempo, pero glorificada. La parte inferior ha sido dañada y no se ha podido encontrar a nadie capaz de restaurarla. En verdad, el propio daño ha contribuido a la gloria del artista."

La leyenda de Afrodita naciendo de la espuma formada alrededor del miembro viril de Urano mutilado por Cronos es la principal explicación del nombre Anadyomene, es decir  "la que ha surgido de entre las aguas y reina sobre ellas "

La versión Anadyomene se convirtió por excelencia en la representación más solicitada de Venus en la edad antigua, siendo uno de sus principales atributos iconográficos mostrar a la diosa en actitud de escurrirse el pelo. Así, cuando veían una figura femenina con ese atributo, aunque no tuviera ningún otro elemento iconográfico, sabían que se trataba de la diosa del amor, Afrodita.


Afrodita Anadyomene en un fresco de Pompeya

También tuvo fama otra antigua y conocida figuración de la diosa,  de la que actualmente solo se conservan copias romanas. Se trata de la escultura de bronce realizada por Calamis 460aC conocida como la Afrodita Sosandra "la que salva a los hombres".



Colocada en la entrada de los Propileos de la Acrópolis de Atenas llamaba la atención por su gestualidad pura y venerable. Cubierta de pies a cabeza, aquí Afrodita se alejaba de sus habituales características de sensualidad para convertirse en  representante de la verdad moral y el saber supremo, severa y protectora, la diosa del amor y mediadora, que armoniza y salva las almas de los hombres.

En el románico, esa capacidad de equilibrar las fuerzas opuestas entre el espíritu y los instintos, cualidad de Afrodita Sosandra, fue representada mediante la figura de una mujer que se interpone entre dos caballeros, bien sujetando sus armas o las riendas de sus caballos. En su afán por dar nombre a aquello que aún no tenia, les dio por llamarla paz o tregua de Dios, ignorando seguramente de dónde proviene el destello de esta escena y el porqué de que una figura femenina personifique dicha tregua. 




Coronación de Venus, s.IV (Túnez)

Venus se encuentra en el centro,
mediadora entre el día y la noche, entre el mar y la tierra, entre lo divino y lo humano
.



Las raíces de la iconografía de Afrodia en su versión Anadyomene se pueden encontrar en textos griegos arcaicos como la Teogonía de Hesíodo y el Himno homérico del siglo VIII a. C., así como en estatuillas votivas o pinturas de mujeres bañándose en jarrones del s.V aC.  Los lugares de hallazgo conocidos para las representaciones de Anadyomene se pueden agrupar en cuatro contextos: tumbas, santuarios, fuentes o baños y casas.




Se desconoce si estos contextos: tumbas, santuarios, baños o fuentes, pudieron darse en Valdeolmillos, donde actualmente se encuentra la iglesia o cerca de ella, porque de Valdeolmillos nada se sabe, nada de nada, como si de un borrado infame de sus vestigios de población se tratara, hasta finales del siglo IX cuando los ejércitos cristianos de Alfonso III reconquistaron la zona y la repoblaron.




Sabemos que la intención sacramental de los lugares religiosos tiende a fosilizarse y que las divinidades salientes transfieren sus propiedades de identidad a las entrantes.

También sabemos que los antiguos consideraban que existían dos facetas del amor, el amor puro o espiritual y el amor vulgar o material. El primero era atribuido a la Venus celeste o Urania, hija de Urano, que nació de la espuma del mar y cuyo reino nos lleva más allá de los sentidos; mientras que el otro amor se atribuye a la Venus terrena o Vulgar, que rige el mundo de los sentidos y es hija de una diosa terrenal. 

No seria extraño que esos credos entrantes mezclaran la intención antigua y acabaran por desacreditar la renombrada Anadyomene relacionándola con la Venus vulgar, el amor material y contraponiéndola a su otra faceta divina, Sosandra, la que salva a los hombres. Nuestros dos capiteles.

Pero el resarcimiento de la diosa es artero y perspicaz. Nos gustaría pensar que un lugar pagano relacionado con Anaydomene adoptó posteriormente el nombre del más grande santo asociado con el poder purificador del agua, San Juan Bautista, cuya fiesta es más que popularmente celebrada, invocado para la abundancia de agua en los ríos y en las siembras, que bautizó al propio Cristo y de cuyo bautismo naces totalmente purificado como la Venus de la espuma del mar. Incluso aún sigue la creencia que en ese día el agua adquiere propiedades fecundantes y sanadoras.



Baptisterio arriano en Ravenna s.VI / Anadyomena en Suso s.II-VI


Aislada en tierras de campos, lejos del mar que la vio nacer, esta sirena anadiomeda, levantada sobre su cola de pez, vinculada a conocimientos arcaicos, es indicio de una veneración venusiana que existió y cuya resonancia quedó petrificada en la iglesia de San Juan Bautista de Valdeolmillos.


La exclusiva particularidad de estos capiteles aporta una importancia antropológica que no debería pasar desapercibida a los ojos de los historiadores. 


No hemos encontrado nada escrito sobre ese pasado pagano, pero nuestra Afrodita Valdeolmilla lo deja bien claro. Estuvieron. 



 Y entre las ruinas de sus palacios resonarán los ecos de los búhos, y cantarán las sirenas en aquellos lugares que fueron consagrados al deleite." (Isaías, 13)  


Salud y Románico

octubre 2022


(1) Ayuntamiento Valdeolmillos

(2) Pueblo en pueblo

(3) Venus Anadyomena

(4) Sosandra- Mitología


 

















22 febrero 2022

POR SU TOCADO LOS RECONOCERAS o LAS METAMORFOSIS DE LOARRE. CAPITEL I



El topónimo ibérico de Loarre significa "la trinchera natural de piedras sobrecogedora", explicación que se detalla en el estudio de Toponimia altoaragonesa (31) del profesor Bienvenido Mascaray. (1)  Y que, por otra parte, podemos confirmar tan solo con visitar y contemplar el paraje.

A igual que todo el llano ibérico, esa gran muralla natural ocupada en principio por los iberos acabó, tras los tiempos de Sertorio (2) , impregnada de cultura romana: "Dos Calagurris menciona Plinio existentes en su época, una de ciudadanos romanos con el sobrenombre de Nássica, otra de pueblos estipendiarios (sometidos) con el de Fibularia. Los anticuarios convienen en que la una es Calahorra sita en la Vasconia, y la otra en el territorio de los llergetes es Loarre".(3)

No hay duda que, aún subyugada, la esencia cultural y religiosa de los pueblos iberos no desapareció de la noche a la mañana. La incorporación y unificación de conceptos fundamentales en ambas culturas debió ser un hecho. El sentido común así lo dicta. Y, también, la de numerosos historiadores que aseguran que la expansión de los cultos mistéricos en las provincias romanas se debe, generalmente, al movimiento de los ejércitos cuyos soldados asociaban su religión con los cultos de los pueblos sometidos asimilándolos como propios.


La misma norma se aplicó cuando en torno al s.IV, -posiblemente con la crisis urbana-, penetró el cristianismo como religión alternativa a la oficial. Teniendo necesidad de invalidar las creencias paganas, el nuevo credo religioso hizo lo propio, absorbiendo los mitos de las religiones salientes y, a medida que iba pasando el tiempo, interpretándolas y alegorizándolas. 

Una de las técnicas más efectivas para ello fue la utilizada por los escribas. Estos redactaban las creencias antiguas y, posteriormente, anotaban sus comentarios e interpretaciones personales. De este modo se ofrecía una serie de preceptos morales que servía para satisfacer las exigencias de los espíritus cristianos y las convenciones de la iglesia. Curiosamente Ovidio, condenado al olvido por los primeros círculos cristianos, se convirtió en el medievo en fuente inagotable de moralizaciones, en especial, sus Metamorfosis.

La primera copia de su obra de la que se tiene noticia aparece en el s.XI, en Irlanda, lo que sugiere a los historiadores que los monjes irlandeses pudieran llevar consigo un códice de las Metamorfosis cuando pasaron al continente. A la vez, también es posible que el consejero teológico del emperador Carlomagno, el obispo Teodulfo de Orleans, gran lector de Ovidio, aportara por las mismas épocas un manuscrito a la corte del soberano.

De la misma escuela catedralicia, el ilustrado Arnolfo d'Orleans, en una justificación ética del mito con la religión comenta sus Allegoriae super Ovidii Metamorphosin, teniendo un éxito extraordinario, dadas las continuas citas y transcripciones que se han hecho de ellas. Asimismo, el más directo ejemplo en torno a ellas en lengua romance es L'OVIDI MORALISÉ de autor anónimo y de fecha desconocida que ya parece haber servido de inspiración a Alfonso X cuando compuso su General Estoria, de la misma trayectoria medieval que ovidio moralizado.

Sea como fuera, en pleno Renacimiento Carolingio, especialmente en los monasterios benedictinos, se redescubre a Ovidio. Y su obra, que había estado a punto de desaparecer, se convierte en los siglos XI y XII en una de las más copiadas, leídas, estudiadas, comentadas, alegorizadas, traducidas e imitadas, en monasterios y centros de saber y poder europeos (4)




Por aquellas alturas de la historia Sancho Ramírez, que en el 1068 se declaró vasallo de la Santa Sede y defensor de la cristiandad, habia tenido la iniciativa de fundar una abadía de canónigos agustinos en Loarre convirtiendo la fortaleza en un centro religioso además de la función militar que ya poseía.

De estas importantes reformas destacaron especialmente la cripta de Santa Quiteria y la Iglesia de San Pedro, que contó con la protección papal, por bula de Alejandro II fechada el 18 de octubre de 1071. A partir de entonces se iría introduciendo paulatinamente en Aragón el rito romano en detrimento del mozárabe.

Por tanto, mientras los valores religiosos entrantes ejercen de antropófagos con los salientes, en San Pedro de Loarre se van componiendo bellos elementos para decorar los muros del nuevo templo cristiano: ribetes palmeados, bestiarios, labras de ondulados tallos vegetales, capiteles historiados de los textos sagrados y, por lo que vemos representado en la arquería absidal del templo, también con los textos moralizados de Ovidio.



El primer capitel y el que nos ocupará este actual trabajo, muestra en su cara frontal a un estoico personaje de hierática mirada y aspecto solemne que mantiene sujetos, hacia ambos vértices del capitel, a unos seres simiescos de los que surgen dos cuerpos humanos que parecen ser un hombre y una mujer. 





En ambos laterales aparece una figura soberanamente ataviada que sujeta la correa atada a los híbridos cuadrúmanos. El primero porta una vara gruesa que va rematada por grandes hojas y el otro, de gesto rígido o más bien irritado, descansa la mano entre unos troncos enlazados que sugieren un arbusto recio. No parecen simples mortales, su porte solemne, hermético, adusto, sacro y sacerdotal así lo indica.




Como antes decíamos, una obra fundamental y enormemente consultada bajo la línea ética y moral de las Metamorfosis fue las del literato Arnolfo d'Orleans. En ella, podemos  encontrar algunas opiniones como las siguientes:  Licaón, es castigado por ignorar el precepto cristiano, Laódice, lo es por despreciar a los dioses, Tántalo, por su avaricia y Narciso es castigado por su arrogancia. Pero lo más altamente revelador en torno a nuestro capitel son los comentarios del Libro XIV,95-100 que trata la metamorfosis de los Cécropes y del Libro X,685-700 sobre la de Hipómedes y Atalanta.

Conocida es la fábula que relata como Atalanta cambió de forma, pues prevenida por un oráculo que el día que se casara se transformaría en un animal puso todo su empeño en evitarlo. Sin embargo, las coyunturas del destino hicieron que la joven junto a su amado acabaran cediendo a los instintos y, para más inri, en el interior de en un templo sagrado. A ambos se les arrebató su condición humana y fueron sujetados al carro de Cibeles.

Menos conocida pero igual de reveladora es la fábula de los Cércopes, de naturaleza embaucadora y pícara intentaron engañar al propio Zeus: "Habiéndoles el padre de los dioses encargado un trabajo, ellos, obligados por las pagas aceptadas, la fidelidad prometida y el juramento, en seguida, conservando las pagas, se burlaban de él, ya que empleaban muchos engaños con todos. Júpiter, indignado por los perjurios, los convirtió en monos". 

Veamos lo que el autor comenta sobre los Cécropes, a los que considera maliciosos y estafadores: Están "cambiados" por el mismo Júpiter porque son menospreciables debido al crimen y engaño innato en los simios o porque son burladores, como los simios se burlan de quienes viven alrededor de las montañas distorsionándose la boca, aunque los simios que habitan en las montañas, estén allí atrapados (631 Cfr.XIV .2) .

En cuanto a Atalanta e Hipómenes relata que yacieron en el templo sagrado como dos bestias: Pero porque ambos están en el templo de Cibeles. Se acostaron juntos y actuaron como una bestia en esto, y de esta historia se dio lugar, porque fueron transformados en bestias. Se dice que los leones arrastran el carro de Cibeles por lo que parece haber sido hecho como una injuria a Cibeles (664 Cfr.X.12).

 

"Como que de los dioses el padre, el fraude y los perjurios de los Cércopes un día aborreciendo y las comisiones de esa gente dolosa, en un desfigurado ser a sus varones mutó, de modo que igualmente de semejante al humano y semejantes parecen, y sus miembros contrajo, y sus narices, de la frente remangadas, aplastó y de arrugas roturó de vieja su cara, y velados en todo el cuerpo de un dorado vello los mandó a estas sedes y no dejó antes de arrebatarles el uso de las palabras y, nacida para los perjurios, de su lengua. El poder lamentarse sólo con un ronco chirrido les dejó."
(METAMORFOSIS. LIBRO XIV, 95-100)

En un escenario se conoce como "cruce paralelo" cuando dos historias diferentes convergen en una misma imagen. Este es el caso del capitel que tratamos, pues engloba las dos fábulas moralizadas: en cada una de las historias se produce el mismo resultado, por mandato divino son convertidos en animales.

Y así lo vemos en el capitel, hombre y mujer a juzgar por su aspecto, supeditados a la sentencia y en el preciso momento del castigo, transformándose delante de las mayestáticas figuras cuyo porte majestuoso y sacro salta a la vista.



Y también salta a la vista el elaborado tocado que adorna sus cabezas, que destacan, sobremanera, de los canones que acostumbramos a ver en los otros capiteles. No exhiben la corona o la mitra habitual para personajes de tal magna categoría, ni la cogulla de las ordenes mas sencillas y ni siquiera la humilde tonsura romana del fraile o anacoreta.

Sin embargo ostentan unos peinados minuciosos y muy trabajados que evocan las costumbres ornamentales de los pobladores anteriores: los nudos anillados con pelo trenzado que les colgaban a los oficiantes iberos o los tocados de los sacerdotes de Cibeles, eunucos cuyo aspecto debía asemejarse a las mujeres llevando el pelo engalanado, largo o anudado sobre la frente con zarcillos, collares y abalorios diferentes, de los cuales el Archigallo era el sumo sacerdote, personificación viviente del consorte de la diosa: el legendario Atis.

Y por su tocado los reconocemos. Así lo quiso el artista al que se le encargó ilustrar el capitel


Para personificar la alegoría de la fábula de Hipomenes y Atalanta dotó a la teofanía del relato con sus atributos correspondientes, en este caso los de la diosa Cibeles y su Archigallo, o de Júpiter en caso de los Cécropes, por derivación.

En este "cruce paralelo" la interpretación arnolfiana de la transformación de hombres viciosos en animales tiene un punto de encuentro en las dos historias. Los dos amantes convertidos en leones por menospreciar y faltar al respecto a los dioses. Y a los dos embaucadores, por intentar engañarlos. 

El desenlace de la moralina confluye en el mismo resultado: la conversión de los transgresores en bestias. Castigo que los vincula directamente a lo ocurrido en el mito bíblico de Adán y Eva, que al quebrantar el mandato divino y ser expulsados del Paraíso Dios los "vistió" con túnicas de piel.



No es la primera vez que encontramos una plasmación de las Metamorfosis de Ovidio en un capitel románico.

En Frómista se encuentra la más espectacular talla del tema que conocemos: CIBELES EN FRÓMISTA




Lejos de la majestuosidad del capitel palentino y reconocidas las enormes relaciones estilistas que tienen algunos capiteles de Loarre con los de Frómista, parece que este podría ser uno de ellos, aunque no en la labra, sí en el concepto.


Salud y románico










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