naturaleza silvestre versus naturaleza cultivada |
Clea, la de los amaneceres perpetuos
Para saber más y mejor: Enigma de Apolo, sabiduría cristiana, de Jesús María Nieto Ibáñez
Salud y románico
naturaleza silvestre versus naturaleza cultivada |
Clea, la de los amaneceres perpetuos
Para saber más y mejor: Enigma de Apolo, sabiduría cristiana, de Jesús María Nieto Ibáñez
Salud y románico
Tras el primer capitel (I) seguimos vislumbrando como las Allegoriae super Ovidii Metamorphosin están destinadas a tener espacio y relevancia en la abadía fundada por Sancho Ramírez en Loarre. El siguiente capitel, situado en el ábside de la iglesia de San Pedro de Loarre, nos ofrece otra buena muestra de ello:
Protagonista mítico de una larga serie de andanzas, la historia del rey Cadmo es compleja como un cúmulo de diferentes biografías que se hubieran unido en una de sola.
Cadmo, personaje semi fabuloso, fue un gran luchador de vida y fiel servidor de dioses, buscador incansable, noble viajero, introductor del alfabeto griego y del arado, guerrero, rey y fundador de linajes.
De los múltiples cometidos efectuados por Cadmo señalamos como punto de partida hacia su desenlace final, la mancillación efectuada por su parte del espacio sagrado de Ares y la matanza de su serpiente guardiana.
Resumiendo a grandes rasgos, Cadmo, conducido por el oráculo de Apolo y en los preparativos de un sacrificio ritual al padre de los dioses, mandó a sus servidores en busca de agua al manantial, hasta ahora inviolado, que custodiaba la serpiente, hija de Ares. Ésta, al oír acercarse los infaustos pasos de los hombres se irguió de golpe descargando su ataque mortal y dando muerte a todos.
Cadmo, al saberlo, fue en busca de venganza y arremetió contra ella en larga y dura pelea con todas las armas de las que disponía. Primero le arrojó una gran piedra que rebotó en su curtida piel, después atizó con una espada jabalina que apenas hirió sus escamas y en su tercer y último empeño, embistió con una lanza con tal fuerza, que ensambló el cuello de la serpiente a una encina que quedó doblegada por tal peso.
En el instante que Cadmo observaba a su enemiga vencida oyó una voz que le interpeló por ello y le profetizó que él también acabaría siendo mirado como una serpiente. «¿Por qué, de Agenor el nacido, la perecida serpiente miras? También tú mirado serás como serpiente». (Metamorfosis, L.III, 97-98) Este vaticinio causó al héroe tanto terror que sus cabellos se erizaron y su rostro quedó emblanquecido.
Tras ello y, siguiendo los dictados de Atenea, Cadmo utilizó los dientes de la serpiente vencida como simiente para una nueva estirpe que fundaría la ciudad griega de Tebas y que daría origen a su linaje como rey. Paralelismo curioso con el proceder de Sancho Ramírez que, siguiendo los designios de la Santa Sede también sepultó al rito mozárabe como simiente del nuevo rito romano, consolidando con ese vasallaje su título de rey y emancipando las tierras aragonesas de la tutela del reino de Navarra.
Como expiación a la ofensa cometida a Ares, Cadmo estuvo ocho años a su servicio y fue, en ese tiempo, que el dios le ofreció a su hija Harmonía como esposa. Su unión fue tan altamente celebrada que se sentaron junto a los humanos, en la mesa, los propios dioses. Pero, no obstante de su diligencia con ellos, la vida de Cadmo estuvo llena de desastres relacionados con su linaje. El último, la muerte de su hija Sémele incitado por la diosa Juno, celosa al saber que la joven esperaba un hijo de Júpiter.
Ya anciano, después de haber reinado durante mucho tiempo, abrumado por el pesar que le causó considerar muertos a su hija y su nieto, vencido por tan grandes males abatidos sobre él, abandona su ciudad y acompañado de su esposa llega hasta la frontera de Iliria donde, al rememorar el origen de su linaje y a la serpiente a quien dió muerte y cuyos dientes sembró como semillas, pide a los dioses convertirse en serpiente él mismo (Metamorfosis L.IV 575-589).
"yo mismo, lo suplico, como serpiente sobre mi largo vientre me extienda”,
dijo, y como serpiente sobre su largo vientre se tiende
y a su endurecida piel que escamas le crecen siente
y que su negro cuerpo se variega con azules gotas
y sobre su pecho cae de bruces, y reunidas en una sola,
poco a poco se atenúan en una redondeada punta sus piernas
Los brazos ya le restan: los que le restan, los brazos tiende
y con lágrimas por su todavía humana cara manando:
“Acércate, oh, esposa, acércate, tristísima”, dijo,
“y mientras algo queda de mí, me toca, y mi mano
coge, mientras mano es, mientras no todo lo ocupa la serpiente.”
Dolorida, la esposa se golpea el pecho y ruega a los dioses, a su vez, ser transformada también en serpiente.
Metamorfosis de Ovidio, Ms. français 137 , f. 61r |
Convierte la fábula á Cadmo en serpiente, que es el símbolo de la prudencia, para manifestar que este príncipe llegó á ser sabio á fuerza de sufrir desgracias. (*)
Las metamorfosis de los esposos en serpientes marcan la transición a una condición completamente diferente a la anterior, un cambio radical que alude a su superación de condición humana como resultado de la experiencia vivida y de la gracia divina.
Algo que San Pablo vaticina que nos sucederá en plena desesperación apocalíptica:"En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, todos seremos transformados. Porque esto que es corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto que es mortal tiene que vestirse de inmortalidad" (Corintios 15:52-54)
La mutación ocurrida a Cadmo no se aleja de lo que vivimos en carne propia al querer modelar la vida según nuestras expectativas.
Al final es ella, la vida, en sus circunstancias, la que nos modela para garantizar nuestra metamorfosis espiritual, a costa, muchas veces, de perder todo aquello que hemos logrado.
Serás aquello que superas y eres aquello que has superado.
Salud y románico
Para saber más y mejor:
(2) Metamorfosis Ovidio en prosa
A
escasos kilómetros al noreste de Palencia se encuentra Valdeolmillos, lugar
enigmático asentado sobre la ladera de un altozano en cuya cima se ubica la
iglesia de San Juan Bautista.
Su silueta
románica nos atrae, igual que los muchos elementos arquitectónicos que
guarda en su interior. Bien que, de todos ellos, lo que sin duda más nos
fascina son el par de capiteles de la arcada triunfal.
A pesar de su tosca elaboración y del repintado catastrófico que los afea, son totalmente curiosos, sorprendentes y con inéditas figuraciones:
En el primero de ellos, a la izquierda del ábside, aparece tallada una figura femenina que, con aspecto sereno e imperturbable, domina con ambas manos dos arcos empuñados por sagitarios que direccionan la saeta hacia ella.
En su antagónico, vemos representada una sirena erguida sobre su cola de pez que exprime sus cabellos tramados en dos mechones. Junto a ella dos compañeras aladas, dos sirenas ave, complementan la comitiva.
Decíamos inéditas ya que prevalece una iconografía temprana donde la idea preexistente esta prácticamente sin adulterar.
Por ejemplo, la mujer mediadora entre dos enfrentadas criaturas, ya sean caballeros, caballos o leones, es un tema recurrente en el románico pero nunca antes hemos visto que fuera ella el blanco bélico y menos aún, que sus manos y las de sus atacantes se fusionen en una sola, dando a entender que es la propia, como si fuesen la misma esencia y sujetaran el mismo arco.
Por otro lado, sirenas, tanto de ave como de pez, las encontraremos a cientos a lo largo de nuestra geografía románica, pero sería tan raro como improbable encontrar otro capitel con la hechura exhibida en este templo palentino.
Dicha hechura podríamos vincularla con la, también de iconografía pronta s.XI, la sirena de Galligans (*), la única de características parecidas o, podríamos relacionarla con la diosa minoica de las serpientes, por la misma razón.
Pero, aunque lo más posible es que exista un enlace común que las conecta y deriva hacia la fuente original, basamos nuestra atención en la sutil diferencia de lo que sujeta cada una de ellas.
La protagonista de nuestro capitel no aparece sosteniendo dos peces ni dos serpientes, sino que estruja sus cabellos divididos en dos mitades.
Venus Anadyómena es una representación iconográfica de la diosa Afrodita saliendo del mar que el pintor Apeles plasmó en el templo de Esculapio y que llegó a ser extremadamente famosa y popular en la antigüedad. Dicha pintura desapareció, pero Plinio la refiere en su Naturalis Historia de esta forma:
"La Venus salida del mar fue consagrada por el divino Augusto en el templo de su padre César. Esta pintura, llamada Anadiómena, ha sido elogiada en los versos griegos, vencida por el tiempo, pero glorificada. La parte inferior ha sido dañada y no se ha podido encontrar a nadie capaz de restaurarla. En verdad, el propio daño ha contribuido a la gloria del artista."
La leyenda de Afrodita naciendo de la espuma formada alrededor del miembro viril de Urano mutilado por Cronos es la principal explicación del nombre Anadyomene, es decir "la que ha surgido de entre las aguas y reina sobre ellas "
La versión Anadyomene se convirtió por excelencia en la representación más solicitada de Venus en la edad antigua, siendo uno de sus principales atributos iconográficos mostrar a la diosa en actitud de escurrirse el pelo. Así, cuando veían una figura femenina con ese atributo, aunque no tuviera ningún otro elemento iconográfico, sabían que se trataba de la diosa del amor, Afrodita.
También tuvo fama otra antigua y conocida figuración de la diosa, de la que actualmente solo se conservan copias romanas. Se trata de la escultura de bronce realizada por Calamis 460aC conocida como la Afrodita Sosandra "la que salva a los hombres".
En el románico, esa capacidad de equilibrar las fuerzas opuestas entre el espíritu y los instintos, cualidad de Afrodita Sosandra, fue representada mediante la figura de una mujer que se interpone entre dos caballeros, bien sujetando sus armas o las riendas de sus caballos. En su afán por dar nombre a aquello que aún no tenia, les dio por llamarla paz o tregua de Dios, ignorando seguramente de dónde proviene el destello de esta escena y el porqué de que una figura femenina personifique dicha tregua.
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Se desconoce si estos contextos: tumbas, santuarios, baños o fuentes, pudieron darse en Valdeolmillos, donde actualmente se encuentra la iglesia o cerca de ella, porque de Valdeolmillos nada se sabe, nada de nada, como si de un borrado infame de sus vestigios de población se tratara, hasta finales del siglo IX cuando los ejércitos cristianos de Alfonso III reconquistaron la zona y la repoblaron.
Sabemos que la intención sacramental de los lugares religiosos tiende a fosilizarse y que las divinidades salientes transfieren sus propiedades de identidad a las entrantes.
También sabemos que los antiguos consideraban que existían dos facetas del amor, el amor puro o espiritual y el amor vulgar o material. El primero era atribuido a la Venus celeste o Urania, hija de Urano, que nació de la espuma del mar y cuyo reino nos lleva más allá de los sentidos; mientras que el otro amor se atribuye a la Venus terrena o Vulgar, que rige el mundo de los sentidos y es hija de una diosa terrenal.
No seria extraño que esos credos entrantes mezclaran la intención antigua y acabaran por desacreditar la renombrada Anadyomene relacionándola con la Venus vulgar, el amor material y contraponiéndola a su otra faceta divina, Sosandra, la que salva a los hombres. Nuestros dos capiteles.
Pero el resarcimiento de la diosa es artero y perspicaz. Nos gustaría pensar que un lugar pagano relacionado con Anaydomene adoptó posteriormente el nombre del más grande santo asociado con el poder purificador del agua, San Juan Bautista, cuya fiesta es más que popularmente celebrada, invocado para la abundancia de agua en los ríos y en las siembras, que bautizó al propio Cristo y de cuyo bautismo naces totalmente purificado como la Venus de la espuma del mar. Incluso aún sigue la creencia que en ese día el agua adquiere propiedades fecundantes y sanadoras.
Aislada en tierras de campos, lejos del mar que la vio nacer, esta sirena anadiomeda, levantada sobre su cola de pez, vinculada a conocimientos arcaicos, es indicio de una veneración venusiana que existió y cuya resonancia quedó petrificada en la iglesia de San Juan Bautista de Valdeolmillos.
Y entre las ruinas de sus palacios resonarán los ecos de los búhos, y cantarán las sirenas en aquellos lugares que fueron consagrados al deleite." (Isaías, 13)
Salud y Románico
octubre 2022
(1) Ayuntamiento Valdeolmillos